miércoles, 23 de febrero de 2011

El torneo de los siete mares

No era aquella la mejor tarde del mundo para jugar al fútbol, ni tampoco para verlo. Me encontraba sentado en la pequeña grada lateral(Descubierta, al menos que uno llevara gorra, claro) de uno de los campos de tierra del colegio Salesiano de mi antiguo barrio, a uno de cuyos equipos ayudaba a entrenaba (además de ejercer de preparador de porteros, medio delegado y de chico del botiquín) mi amigo Pedro, famoso en su época de jugador por lo broncas que era, cosas de no saber perder...que me lo digan a mi, que he sido su compañero de mus durante mucho tiempo.

Mientras me embutía aun más en el chaquetón y me frotaba las manos para hacer frente al intenso frío (desde un punto de vista cartagenero, que nosotros en cuando baja de quince grados estamos helados), el equipo de mi amigo perdía (como casi siempre), los padres intentaban animar a sus hijos con cierto entusiasmo(seguramente alguno esperaba que el zagalico le sacara de pobre, pero viendo su manejo del balón, casi mejor que confiara en las quinielas…), y nuevos goles seguían lloviendo…en contra. Que mérito tiene esto del fútbol aficionado, pensaba, aunque, tal vez mezquinamente, mi admiración iba más hacia los espectadores que a los chavales…

Por fin terminó el encuentro, con algunos tímidos aplausos, carreras hacia el vestuario…mientras se vaciaban las gradas, ya que estaba ahí, y como Pedrito aun tenia que firmar el acta, darles ánimos a sus pupilos derrotados y demás zarandajas pospartido me decidí a quedarme viendo el siguiente enfrentamiento. Pero…no pude evitar la sorpresa cuando observé que lejos de la chiquillería del match anterior, quienes ahora ocupaban el terreno estaban algo pasaditos (de kilos y de años). Sobre el césped, con una uniformidad algo fantasiosa (las camisetas tenían mas o menos el mismo color, tirando a blanco en un equipo, a oscuro en el otro, pero no debía haber dos pantalones iguales, ni en color ni en talla), 14 jugadores, siete por escuadra. Y viéndoles, quedaba claro que debió haber sido complicado reunir ese número, especialmente para el equipo oscuro, que contaba con un portero de unos 120 kilos (tirando por lo bajo), un par de defensas que debían rondar los sesenta (años) y que daban la impresión de tener la movilidad de una estatua, y una delantera de impresión, mas que nada por las abundantes protuberancias mamarias (en tamaño, no en numero, que me estabais entendiendo, eh) de las que estaba dotada la rubia jugadora. Y es que era un equipo mixto, había malos y peores. De eso me di cuenta cuanto a los 5 minutos perdían ya 2 a 0 (y porque para sacar de centro tardaban lo suyo).

A mi lado, antes de comenzar el partido, se había sentado un curioso personaje de espesa barba blanca y largos cabellos, tocado con una gorra blanca y engarzado en una túpida zamarra azul, con una muleta al lado, que se encargaba de amenizar el encuentro animando con entusiasmo a los cada vez mas atribulados chicos de oscuro. Era extranjero, de eso no cabía duda (ese Shit cuando el segundo gol…), y por esas cosas del aburrimiento y la curiosidad (y por eso de que éramos los dos únicos espectadores de la apasionante liza) intenté entablar conversación.

No fue fácil, por eso de que mi nivel de ingles es pobre (Aimsorrymaipuringlis, como les digo a los pobres británicos que me preguntan por alguna dirección), y el suyo de castellano mas o menos similar (stupid cabrones y mas vocabulario del estilo sobre todo) pero con el idioma universal de los signos y el fútbol (¿Yuardanish?ah, Brondy, laursen, mortenorsen, laudrup, red dinamite, eurocup, butrragueño,mexico), pudimos iniciar un dialogo mas o menos coherente (mas bien menos). Y así pude enterarme de quienes eran los aguerridos peloteros que estaban deleitándonos con su juego(es un decir, pero al menos le ponían ganas). Se trataba de las tripulaciones de dos barcos , el Skandi Fjord, un petrolero de pabellón bahameño y tripulación mestiza (algunos nigerianos, que era de donde traían el petróleo, indonesios, oficiales noruegos y algún filipino despistado) y el navío donde mi “Amigo” el lobo de mar (marinero de primera clase, me dijo orgullosamente mientras se palmeaba vigorosamente el pecho) estaba embarcado, el buque tanque Stoc Petrea, de bandera sueca. Y lo que yo pensé que era un simple amistoso, resultaba ser uno más del casi medio millar de partidos “oficiales” que formaban parte de una competición llamada el torneo de los siete mares. Según me explicó, el mismo estaba organizado por el comité deportivo de las gentes del mar ("Seafarers", aunque confieso que en esos momentos creí que hablaba de alguna asociación de pirómanos marinos). Las reglas de puntuación eran algo complicadas, pero al parecer contaba cualquier resultado que se fuera obteniendo a lo largo del año(con un mínimo de seis encuentros para optar al título), contra cualquier barco en cualquier puerto, teniendo ,eso si ,que ser varios de ellos contra buques de distinta nacionalidad (nacionalidad de la bandera del navio, no de tripulación). El problema del Stoc Petrea, como me decía compungido el hombre, es que la tripulación era muy reducida, y encima el estaba lesionado ( una patada de un jodido búlgaro en Amberes, me pareció entender), y como solo miembros del mismo barco podían participar en el equipo…menos el cocinero camboyano, y este porque solo tenia una pierna, estaban jugando todos los tripulantes.
Como me explicó, el número de jugadores para que el partido fuera reconocido por el comité debía ser como mínimo de 7, el máximo de 11, algo en lo que tenían que ponerse de acuerdo antes de cada choque. Habían atracado aquella misma mañana en el muelle de Escombreras, la dársena industrial de Cartagena, donde se encuentran la refinería y los depósitos de gas natural, y rápidamente se habían puesto en contacto con la tripulación del otro buque, para intentar puntuar,pero ...no, y aquí me pareció verle sonrojarse, y no precisamente por el tercer tercio de cerveza que se estaba tomando, otro año mas iban a terminar sin ganar un solo partido, es más, este año ni siquiera habían podido lograr un gol…en el tiempo que llevábamos conversando, sus compañeros habían recibido en cambio otros tres chicharros mas, y con este 5 a 0 terminó la primera parte(de treinta minutos).

Me hubiera gustado seguir hablando con el hombre, pero en ese momento llego Pedro, y con pesar tuve que dejarlo, no sin antes desearle suerte. Quien sabe, tal vez otro día, en Rótterdam, Singapur, Estocolmo o Aruba, el Stoc Petrea ganaría un partido…tal vez.

Mientras marchábamos, aun le escuchaba tatarear la letra de Spanish Lady, seguramente dedicada en mi honor…o en el de alguna olvidada amiga de la noche que le hubiera prestado algún servicio, me dije, quien sabe. Casi tuve la esperanza, después de ese sucio pensamiento, que fuera el honor a ella…

Posdata: En realidad esta no es una historia real, pero tampoco se puede decir que sea completamente inventada…mi amigo Pedro existe, el campeonato de los siete mares también (de hecho leí sobre el en una revista antigua, y es lo que me dio pie a este pequeño cuento) y ciertamente, en alguna ocasión he mantenido alguna conversación de índole aun mas extraña con algún marino, de procedencia aun mas exótica (un tripulante de un submarino de la marina india, por ejemplo). Y por supuesto, el que también existe, como podéis ver en la foto inferior, es el Stoc Petrea, último clasificado de las ediciones 2006 y 2007 del torneo… no me negareis que no tienen merito sus tripulantes, cualquier otro hubiera dejado de participar, así que desde aquí, mi homenaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario