jueves, 15 de abril de 2010

Nacimiento

Uno no sabe nunca demasiado bien por que hace las cosas, ni si hace las cosas como debe, ni si hace lo que debe hacer. Unas veces dejo que me arrastre el viento, otras no me deje arrastrar cuando seguramente hubiera sido lo mejor.


Pero esta vez al menos, si tengo respuesta. Si alguien se decide a preguntar el motivo de llenar Internet con un poco mas de hojarasca, de inundar la red con mas contenido carente de sentido y significado, al menos podré excusarme, negando que sea un acto mas de egolatría y autocomplacencia (¿no es en eso en lo que consiste ser un Blogger?).


No, la culpable es únicamente mi amiga Ana, a la que acuso sin pudor de ser la responsable de esto que aquí comienza. Así que a ella (y a mi compañera de tristezas y alegrías que en Sevilla mora, confidente eterna y lectora obligada de mis líneas, pobre…), va dedicado el blog.


¿Y a que va a dedicarse el mismo? No, no pienso dar rienda suelta acá a neuras personales, manías, complejos y otras actitudes similares. Ya pase por eso en otra época, y mejor que quede atrás.


Básica y únicamente, esto va a convertirse en una recopilación de los relatos, escritos, ensayos, poemas y otras perlas (cultivadas me temo, que pocas cosas autenticas quedan en esta vida, ¿no?) que he ido escribiendo o que escribiré.


Lo cual significa que actualizaré de uvas a peras, cuando me venga en gana o la inspiración me alcance.

Pues bien, dicho todo esto, solo me queda, antes de despedirme y dejar de aburriros (por el momento), explicar el nombre de este lugar.


Desde que conocí, hace muchos años, la historia que os narró, me enamoré de Berenice, tal vez ayudado por el hecho de que se convirtió al tiempo en mi nombre favorito.


Dudo que jamás tenga hijos, pero si alguna vez los tuviera, y tocara que fuera niña, ella seria, con toda seguridad, Berenice.


¿Qué de que historia hablo? De esta…con la que por otro lado, inauguro el blog.


Muerto Alejandro el Grande, sus generales, como buitres carroñeros, se disputaron los restos de su poder, y con el, el dominio de las tierras y reinos conquistados en sus campañas.

Uno de los mas afortunados, Ptolomeo, se hizo con el control de Egipto y fundó una dinastía (que tomó su nombre) destinada a perdurar varios siglos, hasta que un áspid, el destino o simplemente el peso de la historia hicieron que la mítica Cleopatra se quitara la vida, y con ella sellara el fin de su familia.

Pero aunque la fascinante reina griega de Egipto fue y será la más legendaria de las gobernantes del país, otra soberana de la tierra del Nilo es la protagonista de una de las más bellas leyendas de la historia.

Berenice, esposa de Ptolomeo III, estaba inquieta por la suerte de su marido. Este había partido, nada mas tomar el poder, en campaña militar. Los meses pasaban, y el no regresaba. Desesperada, se dirigió al templo de la diosa del amor, y allí rogó a Afrodita por la suerte de su amado, prometiendo a cambio un sacrificio supremo.

Y es que la reina, famosa por su esplendida cabellera, la ofreció a la divinidad, a cambio de la vuelta del rey, sano y salvo.

Y poco después, triunfante, retorno el monarca, y ella, cumplidora, corto sus cabellos y los deposito sobre el altar de la diosa.

Al día siguiente, la ofrenda había desaparecido. Se habló de robo, el soberano montó en cólera y la reina desconsolada, lloraba la desgracia…pero entonces, el astrónomo real, se acerco a ellos cuando la noche llegó, y llevándolos a una terraza, les señalo el firmamento. Y allí les dijo que, entre las estrellas, iluminando la oscuridad, una nueva constelación había aparecido la madrugada anterior. Y dibujándola, les mostró su forma… la de una cabellera…desde entonces, en los cielos nocturnos brillan, como símbolo de eterno premio al amor, las estrellas que forman La Cabellera de Berenice.


Si, todo muy hermoso, pero uno no debe olvidar que la adorable Berenice solo logró casarse con Ptolomeo tras hacer matar al prometido que su madre le había escogido…y que murió envenenada a mano de uno de sus hijos. Pequeños líos de familia, tan típicos en toda época y lugar…

Berenice…portadora de la victoria, tal es su significado. Y tan bello nombre, tan gloriosa etimología y tan hermosa leyenda, hace que a uno le sea imposible olvidarla. Se le perdonan sus pecados, sus defectos, porque a la postre, lo que de verdad importa, llega.

1 comentario:

  1. Gracias por compartir.
    Me ha gustado mucho, no conocía esa historia.
    :)

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